SALUD. Granma edición del 9-10-2014

La escena puede resultar conocida para muchos hogares. El pequeño de la casa cumple años y junto a la piñata y los dulces no falta quien garantice “una botella” para “ame­nizar” la fiesta. Tragos van y vienen entonces, en medio de una celebración que —por más anacrónico que pueda parecer— ya deja de ser infantil para convertirse en un espacio donde los adultos exhiben patrones de conducta que a la larga influyen en los menores.
Frecuente puede ser también encontrar en cualquier espacio público como parques, ace­ras y ómnibus, a varias personas consumiendo bebidas alcohólicas e incluso en estado de embriaguez. Es ahí cuando te cuestionas hasta qué punto la tolerancia a estos comportamientos promueve conductas imitativas en adolescentes y jóvenes, que estimulan el consumo irresponsable de alcohol en estos grupos poblacionales.
La Organización Mundial de la Salud alerta que uno de los mayores problemas de salud mental en el mundo hoy son las adicciones. El número de jóvenes que ingieren bebidas alcohólicas y fuman aumenta continuamente, junto a un inicio del consumo cada vez más precoz, condición a la que Cuba no escapa.
Por su incremento en los últimos años el consumo excesivo e irresponsable de alcohol —junto al hábito de fumar— constituye uno de los principales factores de riesgo que afectan la salud de la población en nuestro país. Las estadísticas oficiales de salud evidencian que más del 45 % de la población cubana mayor de 15 años consume bebidas alcohólicas, fundamentalmente en los rangos de edades comprendidos entre 15 y 44 años de edad; mientras la mayoría de los dependientes alcohólicos tienen edades comprendidas entre 25 y 42 años.
De ahí que la prevención y el tratamiento constituyen una prioridad para el sistema de salud pública, por la repercusión que las adicciones tienen en la sociedad.
SOY RESPONSABLE DE MI SALUD
Es común que cuando se hable de drogas las personas excluyan de esta clasificación sustancias como algunos medicamentos de prescripción y uso facultativo, además de las llamadas drogas legales, como el tabaco y el alcohol.
Sobre la promoción de estilos de vida saludables, educación y prevención, uno de los mayores retos que tiene hoy el sistema de salud pública cubana ante los problemas relacionados con el consumo nocivo de alcohol, incluido el alcoholismo como enfermedad psiquiátrica, Granma conversó con el doctor Juan Emilio Sandoval Ferrer, profesor universitario y Presidente de la Sección de Adic­ciones de la Sociedad Cubana de Psiquiatría.
“Se trata de autocuidado y responsabilidad, que las personas mediten sobre cómo repercute en nuestra salud, identidad e integridad, que personas de distintas edades y sobre todo jóvenes beban irresponsablemente alcohol, muchas veces en plena vía pública y que se toleren o justifiquen los es­tados de embriaguez”.
Es un asunto que implica el compromiso de toda la sociedad, pasando por las familias y los educadores, señaló el especialista. “Es importante que los patrones de consumo no incluyan a los menores y se evite llegar a estados de embriaguez, que propician actitudes irresponsables y de riesgo, totalmente imprudentes para su salud”.
Las regulaciones que prohíben el expendio de bebidas alcohólicas y cigarrillos a jóvenes de menos de 18 años de edad existen. Pero en muchas ocasiones estas se violan y aún falta rigor para hacer cumplir las normas establecidas.
No obstante, alerta el doctor Sandoval Fe­rrer, hay que reconocer y lamentar que en no pocas ocasiones es la propia familia quien envía al menor a comprar estos productos.
Por otra parte, es importante señalar que no debe consumirse alcohol junto a medicamentos sin consultar al médico de asistencia que los indica. “Las interacciones y consecuencias pueden ser peligrosas y a menudo impredecibles cuando se combinan con cualquier cantidad de alcohol”, puntualizó el experto.
La familia viene a ser el mejor sostén a la hora de prevenir o asumir un tratamiento. “El primero en hacer un diagnóstico sobre un adicto es el familiar más cercano, quien nota los cambios en el estilo de vida y los comportamientos”, comenta el profesor Sandoval Ferrer.
De ahí que desde el hogar deba contribuirse a “elevar la autoestima de los muchachos, enseñarles y reforzarles el derecho que tienen a decir no, cuando deciden no consumir sustancias, y no sentirse menoscabados por la presión social que puedan generar sobre ellos los amigos, la pareja u otras personas; ni por la influencia de la propaganda que se difunde por diferentes medios de comunicación fundamentalmente extranjeros y ajenos a nuestros valores y costumbres.
Como otros factores protectores, el entrevistado mencionó el uso adecuado del tiempo libre, la práctica sistemática de ejercicios y la incorporación a actividades recreativas en espacios libres de humo y alcohol. En ese sentido se hace imprescindible fomentar a nivel local diversas iniciativas que desestimulen el consumo de estas sustancias. “Puede animarse el cuerpo sin necesidad de embriagarse”.
El especialista destacó el trabajo de la Línea Confidencial Antidrogas (103) —de acceso gratuito y cobertura nacional— y que constituye muchas veces la primera puerta que tocan los pacientes. Es un servicio estrictamente privado, no se pregunta ni nombre ni dirección de la persona que llama. Se brinda información a la población a través del teléfono por personas calificadas y entrenadas para ser la primera ayuda psicológica de las personas que lo necesiten, se aclaran sus dudas sobre todo tipo de drogas y se orienta a dónde pueden dirigirse en la red de servicios existente según su localidad.
Los Centros Comunitarios de Salud Mental se encargan de la atención integral a las adicciones y ofrecen consejería cara a cara por un equipo de profesionales. Son una opción más para la población que requiere informarse u orientarse, no solo a los pacientes sino el resto de la familia.
ENTRE MITOS Y REALIDADES
Pero la prevención y educación de salud sobre el alcoholismo debe enfocarse también a la deconstrucción de ciertos estereotipos arraigados en un gran número de personas.
“El alcohol no es una droga”, se escucha decir. Pues sepa usted que sí lo es, en tanto esta sustancia modifica el funcionamiento del Sistema Nervioso Central, produce cambios en la personalidad y la conciencia, y su consumo prolongado puede crear la necesidad progresiva de consumir cantidades cada vez mayores, para sentir los mismos efectos; además de que aparecen molestias físicas y psíquicas cuando se suprime dicho consumo.
Hay quien piensa que “el alcohol es un alimento”. Resulta que no tiene valor nutritivo para el crecimiento y mantenimiento de la sa­lud. Ade­­más irrita las paredes del tubo digestivo, agota las reservas de ciertas vitaminas e interfiere con la verdadera absorción de los alimentos.
Como un “estimulante” lo califican mu­chos. Nada más lejos de la verdad, pues realmente es un depresor del Sistema Nervioso Central. Los expertos explican que primero actúa sobre las zonas del cerebro que tienen que ver con el juicio, el razonamiento, la comprensión y otras altas funciones intelectuales que regulan la conciencia humana. La persona se desinhibe y aparecen emociones, sentimientos y conductas impredecibles, muchas veces inadecuadas, con expresiones de euforia, tristeza o agresividad. Al deprimir otras áreas del sistema nervioso, provoca trastornos en el lenguaje, en el control y la coordinación de los movimientos, y según la cantidad ingerida, se puede llegar a límites peligrosos de intoxicación, coma alcohólico y muerte.
Tampoco es “bueno para combatir el frío”, ya que dilata los vasos sanguíneos de la piel y da una sensación de calor, pero realmente la temperatura del cuerpo baja cuando la superficie de la piel caliente entra en contacto con el ambiente más frío que rodea al sujeto. Solo para ejemplificar: los soldados de Napoleón muertos al congelarse durante la invasión a Rusia fueron precisamente aquellos que ingerían bebidas alcohólicas.
“El alcohol mejora la actividad sexual”, uno de los mitos más arraigados. Pues debe saber que la acción del alcohol sobre los sistemas nervioso y endocrino interfiere con los centros que regulan la respuesta sexual humana, la producción y acción de algunas hormonas sexuales, lo que puede favorecer la aparición de disfunciones eréctiles en el varón, la incapacidad para experimentar el orgasmo y otras alteraciones en el funcionamiento sexual de la pareja, desde el punto de vista físico y psicológico.
Tampoco “aumenta la energía”. Si bien momentáneamente la persona se siente estimulada, el alcohol disminuye la capacidad de reacción psíquica, reduce la energía y la fuerza muscular como consecuencia de su acción sobre el Sistema Nervioso Central y el metabolismo del azúcar sobre el tejido muscular.
Además de estos y otros mitos, la persona adicta al alcohol carga muchas veces con marcas que impiden su propio tratamiento, disminuye las posibilidades de participación y adaptación o incluso dificulta las relaciones sociales, provocando sean objetos de discriminación y constituyan un grupo vulnerable dentro de la sociedad. Vale entonces la premisa de abrir mentes y cerrar estigmas, con que el mundo celebra este 10 de octubre el día de la salud mental.

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